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Una frontera hacia la ciudadanía

6bd84258eced7c31313bf345dba8d3dfLa noción de frontera nos alude a lo que nos separa o debemos transitar para dirigirnos hacia otro lugar y otra cultura. Cruzar una frontera es visto como cruzar un puente, bajar de un barco, aterrizar de un avión y hasta sellar un pasaporte en una taquilla de inmigración.

Si estamos de acuerdo con esta noción de frontera, llama la atención cómo muchas personas señalan que el respeto de sus derechos y el cumplimiento de deberes se encuentra fuera del territorio al que se pertenece, valorando así el comportamiento colectivo alcanzado en otras sociedades, a las que se califica como “más desarrolladas”. Pareciera entonces que las posibilidades de mejorar nuestra convivencia con los demás se tratara únicamente de un asunto geográfico, sin preguntarnos de dónde proviene realmente esa posibilidad de respetar el derecho de los demás, y gozar de una mejor calidad de vida.

Pareciera entonces que el derecho a tener derechos, así como el deber de reconocer y cumplir los deberes, como es entendida la ciudadanía, pareciera estar vetada a determinados espacios, sin advertir que muchas veces las personas pueden transitar de una frontera a otra llevando en su maleta costumbres y hábitos que favorecen o impiden una adecuada integración al espacio al que se desea ingresar. Así por ejemplo: irrespetar la luz de un semáforo puede ser una acción muy frecuente por una persona en Caracas, pero esta misma decisión en Bogotá, Nueva York o Madrid podría ser muy distinta.

Detrás de cualquier decisión sobre cómo relacionarnos con los demás hay que prever no solo las consecuencias que podrían tener nuestros actos, sino también el aprendizaje social. Esto que acabamos de afirmar puede ser visto desde dos perspectivas: una visión pesimista, según la cual “el mundo no cambiará”, el tramposo nunca será castigado, inclusive hasta puede llegar a exaltarse al que trasgrede las normas en beneficio propio. Sin duda alguna, en este contexto impera la “viveza criolla” y el “sálvese quien pueda”.

La otra perspectiva es más esperanzada y nos invita a asumir un cambio desde nosotros mismos, aprendiendo a desarrollar nuestras propias potencialidades, permitiéndonos evolucionar como personas y como ciudadanos, así como también nos motiva a emprender iniciativas que dejen huella y añadan valor a nuestra sociedad. En contraste a la visión pesimista, este es el campo del heroísmo cívico que se resiste al conformismo y día a día desarrolla fortalezas para transitar hacia un mundo mejor.

Puesto que no nacemos ciudadanos, la frontera hacia la ciudadanía se transita dentro de cada uno de nosotros. Es importante promover las habilidades y referentes que le permitan a la gente aprender lo que significa ser un “buen ciudadano”, en la familia, la escuela, el trabajo o en la calle. Así como Martin Luther King declaró la frase “Yo tengo un sueño” -y así cohesionó a una significativa proporción de la población de los Estados Unidos en su deseo de luchar, sin abandonar su territorio, por una mayor inclusión-, hoy nos toca soñar y luchar para transitar esta frontera hacia el respeto que todos nos merecemos y poder avanzar como sociedad. #LaCosaEsEmprender.